Comprar en un mercado tradicional significa adquirir alimentos de temporada y de producción local. También se les conoce como productos de ‘kilómetro cero’, ya que se consumen cerca o donde se producen. Esta forma de comprar y consumir tiene un impacto positivo elevado en nuestra salud, porque la estacionalidad implica variedad en nuestra dieta, preferencia por alimentos producidos en la cercanía y un menor consumo de alimentos procesados.

Para poner en valor y preservar los alimentos típicos, de calidad y producidos tradicionalmente, en su mayoría de forma artesanal, se utilizan en todos los países europeos las denominaciones de origen protegidas (DOP) y las indicaciones geográficas protegidas (IGP), que incluyen, no sólo los productos elementales, sino también sus preparaciones y elaboraciones típicas.

La alimentación tradicional también se asocia a los conceptos de “slow food” y “real food”: es la comida preparada según recetas de toda la vida, con productos típicos y de temporada, preservando así la gastronomía local como expresión cultural y como valor distintivo y esencial de identificación de cada lugar o región.

“Slow food y “Real food” son movimientos sociales que han surgido en la última década para animar y educar a la gente en formas de alimentación más saludables y sostenibles. Abogan por alimentos sanos, locales y de temporada, consumidos de forma sosegada, frugal y con un procesamiento mínimo. Estos movimientos tratan de volver a situar el acto de comer como una ocasión en la vida que merece atención, cuidado y a la que hay que dar la importancia adecuada.